miércoles, 31 de diciembre de 2008

12 DIC: LAGO TITIKAKA, ISLA DEL SOL












El viernes 12 de diciembre, bien temprano, tomamos una barca que nos lleva a la isla del Sol. Decidimos ir a la parte norte; en la isla hay tres pueblos o comunidades indígenas: Yumani al sur, Challa en el centro, y Challapampa en el norte. Una vez en la isla buscamos el refugio de Alfonso (recomendado por un chico de Almería que conocimos en Uyuni). Subimos por un camino cargados hasta los dientes de provisiones y al fin llegamos al lugar: un auténtico paraíso. Nuestra habitación es una casita de barro, paja y madera, con unas vistas impresionantes del lago.

Don Alfonso y su familia, todos indígenas, nos reciben muy amistosamente. Nos ofrecen todo lo que tienen, nos tratan desde el principio como parte de los suyos. Hablan aymara entre ellos y castellano con nosotros.

Por la noche nos juntamos todos los viajeros del refugio y la familia para hacer una hoguera a la luz de una imponente luna llena; vienen unos músicos y tocan zampoñas, quenas y bombos mientras cogidos de las manos bailamos alrededor del fuego. Don Alfonso dirige el ritual, nos da la bienvenida, recalca muchas veces que todos estamos aquí para COMPARTIR y aprender, para respetar y vivir en armonía con la PACHAMAMA, para recibir la energía del Lago y los lugares sagrados de la isla. Nos cuenta historias de la Isla del Sol, cómo los incas asustaban a los conquistadores con tambores que rugían desde lo alto de las montañas, cómo hacían sus sacrificios, cómo vivían... Él es también consciente del cambio climático que hace ya unos 5 años que se viene notando, la Pachamama se revela, el hombre se ha portado mal con ella; se merece un respeto, debemos ofrendarle todo lo que ella nos da, estarles agradecidos en todo momento, porque es nuestra Madre Tierra. Cada vez que Alfonso tomaba un alimento, antes de ponérselo en la boca, enterraba un trocito en el suelo o lo lanzaba al lago, ofrendándolo a la Tierra.

Pasamos una noche mágica; acabamos sacando la guitarra y cantando junto al fuego hasta bien entrada la noche.

Y así pasamos 4 días en la isla en compañía de todos estos caracolitos trotamundos con los que hemos conectado con una fuerza increíble: Rafael, fotógrafo, Sao Paulo; Juan, artista de la calle, Buenos Aires; Mónica, artesana, Colombia; Betty y Alfonso, profe y electricista, Italia; Carolina, cocinera, Barcelona; Ezequiel, est. de ciencias políticas, B. Aires; Bruno, naturópata, Portugal; Jésica, artesana, Colombia; Jose, carpintero, Huesca. Qué variedad.

Comidas y cenas espectaculares, hechas al fuego sobre una cocina de barro; bañitos en el Lago, en ese agua helada que te carga de energía todas las células del cuerpo; caminatas, música, malabares, artesanías, conversaciones sobre la vida, risas y más risas, juegos con los niños, sopa de quinua cocinada con la mamita... vida pura y primitiva en total armonía con la naturaleza.

El Lago Titikaka, la gente de la Isla del Sol, uno de los mejores hallazgos que hemos encontrado en este viaje. Sin duda, un regalo de esos que no se olvidan.

sábado, 20 de diciembre de 2008

4 DIC: CRUZAMOS NUEVA FRONTERA: DE LA QUIACA (ARGENTINA) A VILLAZÓN (BOLIVIA)












El jueves dejamos atrás las terapéuticas montañas de Iruya y regresamos a Humahuaca para coger otro bus hacia La Quiaca, ciudad fronteriza. Al llegar a la terminal nos sorprende el trajineo constante, lleno de gente cargada de cosas que va y viene o que espera. Nos vamos andando hacia la frontera; entramos en Bolivia con el pasaporte sellado para 30 días. Nos llama la atención otro cuño que nos ponen en la tarjeta de migración: "prohibido al turista trabajar y estudiar". Pisamos Bolivia ya de noche, ciudad de Villazón, buscamos hotel y a descansar.

Al día siguiente nos dedicamos a pasear por la ciudad: las calles son un mercado, por cualquier lugar que pasamos encontramos gente vendiendo todo tipo de cosas. La mayoría de mujeres, sobre todo las más mayores, van vestidas con el traje típico: faldas de colores, blusa, sombrerito negro, y siempre con la mantita boliviana en la espalda, donde llevan algo a cuestas, desde el bebé hasta cajas inmensas de alimentos. Somos dos embobados caminando por Villazón, la boca abierta y los ojos como platos. Qué gran cambio de cultura de un país a otro, de un pueblo a otro.

El sábado cogemos un tren hasta Uyuni, un pueblito hacia el norte, donde pararemos para visitar el famoso desierto de sal. Tren comodísimo de película de los 70, con un restaurante (donde nos sirven la cena), revisores y acomodadores con traje y gorrito, ventanas que se pueden abrir... Salimos a las 3 de la tarde y llegamos a las 12 de la noche. Ya en la estación de Uyuni vienen a ofrecernos alojamiento y excursión al salar para el día siguiente a buen precio.
Así que el domingo nos montamos en un todoterreno junto con dos chicas brasileñas y una familia de Cochabamba y nos vamos de excursión. Salimos del pueblo y a no mucha distancia nos paran en un "cementerio de trenes", un montón de vagones y locomotoras oxidadas que se abandonaron en el lugar por el año 1930, después de haberse utilizado para la explotación minera ( e indígena) de la zona. Después nos llevan al centro del salar, impresionante desierto blanco de 12ooo km y comemos más tarde en una isla de vegetación (cactus mayormente) llamada Incahuasi (en quechua, casa del inca). Por la tarde visitamos los llamados ojos, que son lagunitas de agua hirviente a causa de los gases de un volcán cercano inactivo. Regrasamos con la vista cansada de tanto blancor y prácticamente empalmamos con el viaje en bus hacia La Paz, desde las 20 h hasta las 7 de la mañana. El viaje más pesado hasta el momento: 5 h. de carretera de tierra y balanceo continuo más 6 h. de asfalto, ambiente frío, asientos incómodos, olores extraños... En fin, estamos en Bolivia.

Al llegar a la terminal de La Paz, cogemos un taxi que nos lleva hasta el centro (compartimos vehículo con españoles que hemos conocido en el bus y nos metemos 6 en el coche con las mochilas, un show) y nos instalamos en un hotel junto a la plaza Murillo, donde se encuentra la catedral y el palacio legislativo, lugar donde vive Evo Morales, presidente de Bolivia y muy querido por los bolivianos, según dicen las paredes.

Hay un patriotismo fuerte en este país, cosa lógica, ya que es el primer país de Sudamérica cuyo presidente es indígena, al igual que la mayoría de la población. Todo el mundo habla bien de Evo, que ha hecho muchas cosas buenas por la gente, que ha nacionalizado las empresas, mejorado la educación y la sanidad... en fin, que ha cumplido. Es un patriotismo lindo, que da su máximo valor al pueblo, al folklore, a la cultura aymara y quechua. Genuímo de verdad.

Nos damos una ducha milagrosa y salimos a recorrer el centro. Nos hechiza esta ciudad, en la calle se vende de todo: puestos de comida, zumos, frutas, comedores a 10 bolivianos el menú (poco más de 1 eu), artesanías, remedios naturales, dulces, niños limpiabotas, adornos navideños, minibuses antiguos, voces que anuncian sus productos elaborados... No sólo es etar en otro lugar, es estar también en otra época, es todo mucho más viejo que lo nuestro, más valorado, mejor aprovechado.

Acá no existen los hipermercados; las calles ofrecen todo lo que se puede comprar. Hay una zona donde cada calle está dedicada a un tipo de productos: ferretería, ropa, zapatos, comida, mercerías, chocolaterás, adornos, juguetes, bazar, y un larguísimo etc.

Pasamos 3 días en La Paz: callejeamos, visitamos interesantes museos (el museo de la coca, el de etnografía y folklore, el de instrumentos musicales, el de arte...); vamos al teatro municipal a ver al grupo Hiru Hichu, que hacen música andina y son muy conocidos aquí; visitamos la videoteca, donde hay un catálogo con cientos de documentales, eliges y te lo ponen, y vemos una entrevista a Eduardo Galeano buenísima...un poquito de todo lo que ofrece esta gran ciudad.
El jueves por la mañana tomamos un bus hacia Copoacabana, pueblo situado a las orillas del lago sagrado Titikaka. Llegamos a las 13,30 después de 3 h. de viaje, nos instalamos y compramos víveres para los próximos días que pasaremos en la Isla del Sol.

El atardecer en el lago es una maravilla absoluta; nunca vimos un cielo tan anaranjado...





lunes, 1 de diciembre de 2008

27 NOV: REGRESO AL NORTE: JUJUY












El jueves a las 10 de la mañana tomamos el bus a San Miguel de Tucumán, capital de la provincia, y desde allí otro bus a San Salvador de Jujuy. Regresamos al norte por otro lado, tomando la ruta 9; esta carretera llega hasta La Quiaca, el paso fronterizo con Bolivia situado más al norte del país. La ruta pasa por numerosos pueblitos que conservan aún la esencia de la cultura indígena en sus artesanías, vestidos, casas, música, danza, alimentos... El folklore argentino más auténtico que hemos sentido hasta ahora.

Hacemos noche en Yala, un pueblito 14 km al norte de S.S. de Jujuy, por no quedarnos en la ciudad, en una especie de motel de carretera. De película. A la mañana siguiente tomamos un bus hacia Purmamarca, un pueblo chiquito y encantador situado al pie del famoso Cerro de los 7 Colores. Por la tarde hacemos la caminata por los alrededores del pueblo y el colorido del paisaje es único, te rompe la cabeza!; no son 7 los colores, son muchísimos más: marrones, rojos, violetas, verdosos, rosáceos, amarillos, grises... y también dependiendo de cómo le da el sol, va cambiando de tonalidad, y las nubes, de un blanco impoluto, le dan el toque mágico a este carnaval que cada día celebra aquí la Pachamama. No hacemos más que agradecer el poder estar aquí y disfrutar de este importante momento vital.

El sábado seguimos nuestro recorrido hacia el norte por la ruta 9 y paramos en Tilcara. Estamos a 2500 m sobre el nivel del mar y lo notamos bastante. El pueblo es bastante grande, rodeado por los cerros y un poquito de verde, calles sin asfaltar, casas hechas con barro, paja y madera, gentes que viven de la plata que los visitantes como nosotros dejamos en el lugar, y otras gentes auténticamente indígenas, que labran la tierra o manifiestan su arte en la cerámica, la madera o las ropas que venden en los puestitos de la plaza. Pasamos 3 días en este pueblo, recorriendo las montañas, las calles, el mercado, el museo arqueológico, y el pueblo abandonado del Pukará, un impresionante lugar en lo alto de un cerro cercano, donde lo único que suena es el viento y nuestros pasos, donde se respira la esencia de una antigua ciudad habitada por los collas y más tarde por los incas, un punto estratégico de batallas y intercambios comerciales en aquellos tiempos y desolado en el ahora...

El martes 2 de diciembre, cumple de Rober, viajamos hacia Humahuaca, otro pintoresco pueblito de la quebrada; encontramos la sede de una ong llamada "omahuacas", que trabaja con todas las comunidades indígenas de la zona, y hablamos un buen rato con uno de los encargados, pero lamentablemente están cerrando el año y todos los proyectos los van a realizar dentro de 2 meses. Seguiremos intentándolo, tal y como venimos haciendo hasta ahora.


Humahuaca es la capital cultural de toda esta zona, en el centro se encuentra el monumento a la independencia, del cual nos explica su historia un niño indio, todo dicho de carrerilla y sin pausa, con lo que no nos enteramos prácticamente de nada.


Hacemos noche en un hostal barato y al día siguiente salimos hacia Iruya, que está en la provincia de Salta, en un microbus auténtico como el que más, por un camino de tierra que va recorriendo en eses las montañas, atravesando arroyos y sorteando a los burros que andan por el camino. 60 km en tres horas. Al llegar al límite entre Jujuy y Salta un cartel indica que estamos a 4000 m sobre el nivel del mar, hce un frío de cogarse y viajamos a la misma altura que las nubes. Al llegar al pueblo nos ofrecen alojamiento en una casa por 10 pesos y no lo dudamos.


Es el pueblo más recóndito que hemos visto hasta el momento, redeado por montañas de variados coloridos, cuyas cimas coronan las nubes, calles de piedra que suben y bajan en agudos ángulos, casas con las puertas abiertas, gentes tranquilas, casi todos de rasgos indígenas, con su particular forma de hablar, con la humildad en la mirada. Nos cargamos de energía limpia en este lugar.

domingo, 30 de noviembre de 2008

23 NOV: CAMBIO DE PLANES: HACIA TUCUMÁN








El domingo 23 de nov, después de darle mil vueltas el día anterior, hablando con unos y otros, decidimos cambiar la dirección y visitar los lugares más bonitos de Tucumán, que justamente quedan a pocos kms de Cafayate, siguiendo la ruta 40 hacia el sur.

Decidimos ponernos en la ruta a la salida del pueblo a hacer dedo y si no hay suerte desde ahí mismo paramos al bus y nos lleva. Acá en el norte funciona así: los colectivos paran donde la gente lo pide, tienen un recorrido y dentro de éste te pueden parar donde mejor te convenga. Así de sencillo. También es muy común el hacer dedo. Es curioso que en España ni miramos al que hace dedo en la carretera y en cambio aquí la gente incluso se disculpa por no poderte llevar, o mediante señas te dice que va cargado, que vuelve al pueblo, o te sacan también el pulgar con una sonrisa como deseándote suerte. Otro mundo.

Después de estar 5 h en la ruta, cantando con la guitarra y pidiendo transporte, únicamente nos paran dos autos: en uno no caben nuestras mochilas y el otro nos deja lejos de donde queremos ir. Así que tomamos el colectivo y en 1 h y media llegamos a Amaicha del Valle, otro pueblo más siguiendo la ruta de los valles calchaquíes. Nos instalamos en un cámping, pero como también hay habitaciones y son baratas, decidimos dormir en una cama después de estar casi dos semanas en carpa.

El lunes por la mañana visitamos las ruinas de Quilmes, que quedan a unos 20 km, formadas por los restos de la ciudadela de los pobladores nativos, los indios quilmes. Tenemos suerte: el bus nos deja en la ruta y desde ahí tenemos que andar 5 km hasta las ruinas, pero no hemos hecho ni 200 m cuando nos para una pareja de Suiza y nos lleva en su 4x4 de alquiler hasta la entrada. Hay que pagar 10 pesos por persona ¡y nos lo pagan!, insisten en invitarnos y no podemos negarnos. Increíble. Un guía nativo nos muestra las ruinas y nos explica la historia del lugar: los indios quilmes habitaron este valle desde el año 800 y, al llegar los conquistadores en el 1536, resistieron durante 130 años, hasta que les destrozaron las presas y les echaron a perder los cultivos, cortándoles el suministro de agua y alimento. Sólo así pudieron vencerles. Los españoles hicieron una masacre, como tantas otras; las mujeres se tiraban desde lo alto de los cerros con sus hijos en brazos para no caer en manos de los conquistadores... Este pueblo se ha convertido en el símbolo del heroísmo de una raza que prefirió el exterminio a la exclavitud: los últimos sobrevivientes sufrieron el castigo de ir caminando hasta Buenos Aires, más de 1200 km a pie, y los pocos que llegaron vivieron sus últimos días en la ciudad de Quilmes, provincia de Buenos Aires, que recibió este nombre en su honor. Adoraban a la Pachamama, Tierra Madre, y todavía hoy se la sigue venerando en las fiestas de la región. Se ven por toda esta zona, en pueblos y caminos, las apachetas, que son montículos de piedras donde cada cual que pasa pone la suya; ésta es una manera de pedirle permiso a la Pachamama para pisar un lugar y también para que te proteja en tu viaje. Cuanto más grande es el montículo es que más gente ha pasado por ahí.

Cuando termina la visita guiada nos despedimos de los suizos ( que por cierto han pagado también al guía) y subimos al cerro donde también hay restos de casas y unas vistas impresionantes de las ruinas y de todo el valle. Empiezan a caer unas gotitas, así que bajamos, comemos bajo un árbol y volvemos caminando hacia la ruta, haciendo dedo. A los 2 km nos paran: nos llevan hasta el pueblo, así que nos ahorramos la plata y la espera del bus. Son 3 hombres muy amables, argentino-gallegos; uno de ellos trabaja en la embajada española de Argentina y nos da su tarjeta por si acaso.

Como llegamos pronto al pueblo, decidimos hacer otra excursión hacia los Zazos, otro pueblo que queda cerca. 8 km entre casitas de adobe, madera y piedra, gentes tranquilas con sus singulares expresiones (vamos saludando, preguntando, conversando con quien nos cruzamos), caballos, perros sueltos ( están por todo el país y muchas veces nos acompañan en trocitos del camino)... Un lindo paseo del cual nos salvamos de andar a la vuelta, ya que nos vuelven a llevar (¡estamos de suerte!).

A la mañana siguiente nos vamos a Tafí del Valle, otro pueblo calchaquí. El camino es impactante: el bus empieza a subir entre cerros y montañas, cada curva ofrece una nueva imagen de la magnitud de estos paisajes. Nos agarra un poquito de puna, así llaman al mal de altura, ya que al pasar por los cerros de El Infiernillo llegamos a los 3000 m de altura. Una vez en el pueblo, nos instalamos en el cámping, bajo los sauces. Por la tarde paseamos un poco; este pueblo es más turístico, parece ser un lugar muy concurrido por los propios argentinos, que vienen a pasar aquí sus vacaciones.

El miércoles visitamos un lugar muy original: la Casa del Duende, un museo de mitos y leyendas. El duende es un hombre de unos 40 años que nos explica al detalle cuáles y cómo son los personajes mitológicos más importantes de la cultura calchaquí, siendo el más importante la Pachamama. El museo es el salón de su propia casa, lleno de esculturas y pinturas realizadas por su mujer, que simbolizan a todos los personajes de los que nos va hablando. Un encuentro realmente interesante...

martes, 18 de noviembre de 2008

14 NOV: RUMBO AL NORTE- SALTA











Desde Posadas, capital de Misiones, tomamos un bus hacia Salta. 18 h de carretera y aire acondicionado a lo bestia. Atravesamos la provincia de El Chaco, llamado "El impenetrable"; parajes llanos y verdes, pueblitos perdidos entre la niebla, gentes de piel morena y pelo negro (descendientes de los Toba, indígenas de la zona)...



Llegamos a la cuidad de Salta a las 7 de la mañana. Encontramos cámping municipal a las afueras y montamos la carpa. Compramos verduras y frutas en el mercado central para las próximas 3 o 4 comidas. Los mercados en este país son fascinantes: suelen ser cerrados, varios pisos de pasadizos llenos de tiendecitas y puestecillos de todo lo que se pueda imaginar. Nos encanta perdernos en ellos, tan llenos de gente, de colores, de alimentos, ropas, aparatos, voces que anuncian las ofertas del día, música del folklore argentino que suena en los viejos radiocasettes de los estantes...



Para no perder la costumbre, por la tarde de pone a llover. Visitamos el centro a pesar de todo: muchas iglesias y edificios coloniales. A esta ciudad la llaman "la Linda", aunque, sinceramente, no nos lo ha parecido tanto. El centro es lindo, pero las afueras...pasa en todas partes, imagínense en América Latina.



A la mañana siguiente nos movemos dirección sur, a un lugar llamado Dique Cabra Corral. También hay cámping, 3 pesos la noche. Como es domingo y está soleado, los lugareños están reunidos en familia y cocinando asado; se respira el olor a carne a la brasa, habrá como 30 familias con sus asaditos y su cumbia sonando en el auto.



Hacemos caminatas al borde del dique, las montañas a lo lejos, atardeceres entre el pasto y los caballos... El lugar es como una granja con los animales sueltos: chanchos, perros, gatos, cabras, vacas, toros, caballos, hasta un loro nos saluda cada mañana. Convivimos con ellos y ellos con nosotros. Nos aceptan y les aceptamos.



El martes nos movemos hacia Cafallate, un poco más al sur siguiendo la ruta 68. Es un pueblito encantador, muy pequeño y muy enfocado al turismo. Nos alojamos en una casa particular muy hippie; los dueños son una pareja más o menos de nuestra edad. Acampamos en el jardín, bajo las viñas, y nos cobran 20 pesos al día. Hay un quincho muy acogedor, ponen muy buena música y se respira bienestar en cada rincón. Por las noche, mientras cenamos, los sapos revolotean a nuestros pies. Es impresionante ver cómo uno de ellos se zampa en un instante a un escarabajo del tamaño de su cabeza: abre la boca, lo engulle, se convulsiona durante 2 o 3 segundos, y se queda largo rato quietito, como haciendo la digestión.




Hay varias excursiones por los alrededores de Cafayate y pasamos dás muy intensos, a pleno. El miércoles salimos caminando hacia el cerro de Santa Teresita, un mirador que queda a 2 km del pueblo. Allá arriba tomamos unos mates admirando la inmensidad de las montañas. Después tomamos el sendero hacia la cascada del río Colorado; 4km de camino de tierra y después a seguir el curso del río que cae de entre las montañas. Hasta el momento un imponente sol nos abrasa los hombros, pero al empezar a subir el río, entre rocas y montaña, llegan nubes muy muy grises. Nos cruzamos a un grupo de gente que baja con un guía nativo de la zona y el hombre nos advierte que va a haber tormenta y va a ser grossa, sobre todo por la subida del río. Los guías a veces son un poquito mezquinos, y más con gente que va sola, ya que ellos cobran 20 mangos por persona si te llevan, y nos han advertido que no les hagamos demasiado caso. Así que seguimos, pero empieza a tronar, y nos cruzamos a otro guía que nos vuelve a advertir de lo mismo. Y empieza la lluvia. Y los truenos. Cómo suenan los truenos entre estas montañas. Empezamos a bajar, la lluvia nos empapa hasta los huesos. Y suenan los truenos, y el río cada vez baja más bravo. Llegamos al camino de tierra y vamos corriendo para ganar un poquito de calor corporal; tras haber corrido más o menos 1km, pasa un pick-up 4x4, le pedimos que nos lleve y nos deja subir atrás; el camino seco que recorrimos hace un par de horas se ha convertido en un auténtico barrizal por donde cae el agua como en un arroyo; hubiera sido duro hacerlo andando. Llegamos por fin al pueblo: ducha caliente y ropa seca, qué importante es la ropa seca...




El jueves a las 7 de la mañana estamos en pie; alquilamos dos bicis y las cargamos en bus hasta la Quebrada de las Conchas; este lugar es un conjunto de montañas con formas muy particulares; se han ido modelando por la acción del viento y el agua a lo largo de millones de años. Nos bajamos en la Garganta del Diablo, que está a 47 km del pueblo; desde ahí vamos en bici por la ruta, entre cuestas y bajadas, parando en las diferentes geoformas indicadas por cartelitos: el anfiteatro, el sapo, el fraile, el obelisco, las ventanas, los castillos... Impresionante el paseo, el paisaje, el sol y el dolor de culo. Calculamos mal el agua y a 20 km del pueblo nos quedamos sin una gota (¡gran putada!); pasamos por delante de unas furgonetas de excursionistas, los turistas están lejos, caminando por la quebrada, dejaron las ventanillas bajadas y hay tres botellas de agua en el salpicadero. Como quien pasa desapercibido, les pegamos un largo trago como desesperados y huímos de la zona del delito. No sé qué hubiera pasado sin ese trago porque los últimos km se nos hacen bien largos, menos mal que las nubes taparon el Sol. Al llegar al pueblo bebemos, bebemos y rebebemos más. Qué importante es el agua...




Al día siguiente decidimos tomarnos un día de decanso y lo pasamos en el quincho de la casa, charlando con los demás viajeros, cocinando a la leña, disfrutando del queso y el vino de la región, replaneando el viaje (como tantas y tantas veces hemos hecho ya). Daniela y Juan , los dueños de la casa son artesanos; hacen collares y cosas así con cuerdas, piedras y semillas que van trayendo de los diferentes países por donde van a vender (Bolivia, Perú, Brasil...). Nos hacen un collarcito al gusto. Por la noche cenamos todos en el quincho, tarta de verduritas y buen vino.




Al día siguiente la intención es irnos hacia Cachi, dirección norte por la ruta 40 (la famosa ruta 40 que cruza toda Latinoamérica); pero al ser sábado no hay colectivos, así que nos quedamos un día más, sin prisas, sin lamentarnos; el lugar y la hospitalidad es bárbara. Nos invitan a comer pizza y pan cocinado al horno de barro.




(...)

sábado, 15 de noviembre de 2008

9 NOV: REGRESO A ARGENTINA











El domingo tomamos el bus de regreso a Argentina. Tal día como éste, hace un mes que pisamos este continente. Al llegar a Iguazú, entrada a Argentina, nos separamos de Berta y Jordi. Ellos siguen para Salta y nosotros decidimos parar en Aristóbulo del Valle, un pueblecito que queda más o menos en medio de la provincia de Misiones. Allí hay un cámping municipal en medio de un parque natural llamado Cuñá Pirú. Allá nos dirigimos y, como no es temporada alta, no hay nadie, así que acampamos gratis. Estrenamos por fin la carpa, ya teníamos ganas.

Nos instalamos bajo un árbol junto al río. Hay wc, pero no hay duchas, así que tenemos que lavarnos en el río, en compañía de cientos de mariposas y demás bichitos saltarines y voladores, que hacen que bailemos el baile de San Vito mientras nos bañamos.

Los sonidos de la noche: un sinfín de zumbidos, cantos, silbidos, chasquidos, aleteos, crujidos...estamos en un trocito de terreno podado en medio de la selva. Quién sabe qué es lo que ocurre al otro lado de los frondosos árboles; hay mucha vida ahí detrás y suena muy misteriosa desde este lado.

Pasamos tres días y tres noches en el cámping: cocinando a la leña (disfrutando en cada bocado todo el ritual que ha supuesto preparar la comida: recoger leña, hacer el fuego, cortar las verduritas, reogarlas en un buen caldo, mmm!! qué bien sienta este sabor a campo...!); tocando y cantando nuevas y viejas melodías; observando los pájaros, las mariposas y todo ser alado que por delante nuestro se asoma; bañándonos en el río; compartiendo la comida con algún niño indígena que se acerca a nuestro campamento; adaptándonos a lo que el cielo nos va deparando (los días están llenos de contrastes meteorológicos, sol abrasador, viento, lluvia, humedad calma, nubes que todo lo oscurecen); disfrutando de la luna llena que ilumina estas mágicas noches en plena naturaleza, aquí donde está tan lejos de la prisa y los horarios y tan cerca de la paz y el sosiego interior; recordando a momentitos a los seres queridos, a vosotros, que nos acompañáis desde la lejanía, que venís a visitarnos en forma de grato recuerdo.

31 OCT: CRUZAMOS LA FRONTERA- FLORIANÓPOLIS, BRASIL







Dejamos atrás la tierra roja de Misiones, pasamos la frontera y entramos en Foç de Iguazú (Brasil). Nos sellan el pasaporte por 40 días. Compramos un billete de ómnibus por 116 reales hacia Florianópolis, una isla situada en el atlántico, a sur del país. Está unida al continente por una carretera. Playas blancas, marisco barato, tranquilidad y buen ambiente joven.

Viajamos con Jordi y Berta , de Barcelona, y también con Ana y Laia, de Girona; seis caracolitos que se encuentran y unene sus rumbos, sus energías y su afán de compartir; una ruta en común, un punto de unión que por las fuerzas de la causalidad viaja derechito hacia el lugar donde la pura vida nos espera...

Después de 15 h de viaje, llegamos a Florianópolis, a las 11 de la mañana. Alquilamos un apartamento en Barra da Lagoa, un pueblito de pescadores situado al este de la isla con una playa de arena blanca que forma una bahía de 16 km. Pagamos 20 reales por persona y día, unos 7 eu. Se une al grupo Litus, un amigo de Jordi y Berta que está haciendo un trabajo de postgrado en la universidad.

La comida es baratísima y buena: un buffet por 2 eu, fruta y verdura, pescado fresco...todo tirado de precio.

Parece que la lluvia nos persigue: al día siguiente amanecen las calles mojándose. Por la tarde salimos con el chubasquero puesto y caminamos por la orilla del mar hasta llegar a la playa Moçambique; bello paseo, a pesar de la lluvia. Este es un pueblo tranquilo, además ahora no hay turistas. Hay mucha gente que hace surf y todo el mundo va con su tabla de aquí para allá.

El lunes amanece asomándose el sol entre las nubes. Cogemos un bus y visitamos Praia da Joaquina: enormes dunas conforman el paisaje y las atravesamos para llegar hasta el mar, cómo no, parando para hacer fotos del impresionante paisaje que nos envuelve. Hay gente haciendo surf en las dunas, parece ser un atractivo turístico importante; suerte que ahora no hay casi nadie y podemos disfrutar prácticamente a solas de esta maravilla natural. Comemos en un restaurante junto a la playa y después disfrutamos en la arena de un ratito de sol que nos regala por fin el cielo. Más tarde, caminamos 7 km por la orilla del mar hasta llegar a Praia do Campeche. El atlántico está bravo; encontramos varios pingüinos muertos sobre la arena. Un hombre del pueblo nod explica que llegan desde la Patagonia y, cansados de tan largos viaje, optan por llegar a tierra y dejar que su vida termine, así nomás, llegó su momento y lo aceptan, sabiduría animal.

A la mañana siguiente nos transladamos a Pantano do Sul, a una posada recomendada por varias personas, Albergue do Pirata. Nos instalamos y nos vamos caminando hacia la playa, a aprovechar un día despejado por fin. Antes de tirarnos en la arena comemos en un restaurante junto al mar: camarones cocinados de diferentes maneras, pescado en salsa, ostras, papas, ensalada, arroz, y más y más comida por 5 eu por cabeza. A rebentar. Después largo paseo para ayudar al cuerpo a digerir, bañito en el mar, que hoy está tranquilo aunque algo frío, y vuelta al albergue.

El miércoles despierta bien soleadito. cargamos víveres e las mochilas y partimos hacia Praia da Solidao, una playa pequeñita con algunas pocas casitas que miran al océano. Hay un caminito hacia la montaña donde una cascada forma una pileta natural; llegamos hasta allí y tomamos el baño en el agua heladísima que brota de la montaña. Buenísimo. Después de comer seguimos un senderito hacia Saquinho, una playa vírgen donde no hay edificios y sólo se puede acceder andando. Las vistas son impresionantes y la tranquilidad que ofrece este lugar nos hace sentir llenos de vida. Al admirar la inmensidad del mar no se me ocurre más que agradecerle a la vida este regalo: poder disfrutar de este gran viaje y sentir bien adentro el amor por los seres queridos, que al otro lado del océano, van dando sus pasitos día a día.

El jueves amanece con tormenta, así que pasamos la mañana en el albergue tomando mates e intercambiando fotos. Después de comr deja de llover y aprovechamos para salir a comprar un poco de pescado en los puestos de la playa. Pronto nos pilla la tormenta y regresamos.

Viernes: visitamos dos pueblos de pescadores al noroeste de la isla, Santo Antonio de Lisboa y Sambaqui. Otra vez nos pilla la ytormenta por la tarde así que regresamos al centro para hacer compras de víveres en el mercado central, donde la comida es baratísima: cenamos gambas al ajillo y sopa de verduras. Rober, cocinero oficial del viaje.

El sábado hacemos la trilha hacia Logoinha do Leste, una laguna formada al ladito del mar. El camino hacia allá es espectacular, y los mosquitos también. Atravesamos la montaña y la espesa vegetación tropical y llegamos por fin a la playa, lugar vírgen y salvaje; algunos surfers acampan entre los árboles y pasan días allí aprovechando al máximo las olas inmensas que este océano les ofrece. Regresamos al albergue; la gente que lo lleva tiene muy buena onda, esta noche preparan asado. Cenamos con ellos en el porche, como si fuéramos una familia. Me llama la atención un niño que está también en la mesa, Ariel; pienso que será el hijo de alguna mujer que está con nosotros. Después de la cena, Jesica, una de las chicas que trabaja en el albergue, me cuenta que la madre del chico es una cocainómana, que tiene otra hija y que no se preocupa para nada de ellos, les deja tirados en la calle, toma delante de ellos, no les compra ropa... Desde el principio Ariel me llamó la atención: un nano superdespierto, inteligente, hace surf y anda por las calles con su tabla y su bici. Hace unos tres mese que le regalaron una tabla los del albergue y desde entonces se dedica al surf más que a callejear; pasa los fines de semana en el albergue y esta gente lo educa y lo acoge con gran humildad. Así es la realidad en el norte de Argentina, según me cuenta Jesica. Ella ha estado currando con niños de la calle y me cuenta historias muy duras; "acá tienen la otra cara de sus vacaciones...", me comenta resignada.

sábado, 25 de octubre de 2008

24 OCT: VIAJAMOS HACIA MISIONES

Nos movemos hacia el noreste del país. La ruta: San Nicolás- Rosario- Santa Fe- Paraná- Federal- Paso de los Libres- La Cruz- Alvear- Sto Tomé- Virasoro- Apóstoles- San José- POSADAS. 17 horas de viaje, tarde y noche, en colectivo (autobús). Tormenta durante toda la noche.

Llegamos a Posadas amaneciendo el día, nublado pero aún sin llover, calles secas todavía. Por 50 pesos (unos 11 eu), nos alojamos en un complejo turístico: cabañita de madera para dos. Estamos junto al río Paraná, al otro lado se ve Encarnación (Paraguay).

Pasamos 2 días en esta cuidad, capital de la provincia de Misiones, entre lluvias y nubes. Conseguimos hacernos el carnet de hostelling (o de alberguista), con el que conseguimos descuentos en un montón de hostels y compañías de ómnibus.

El viernes 24 partimos a San Ignacio. Nos instalamos en otro hostelling, compartiendo habitación con un holandés muy reservado. Día de sol y mucho calor y humedad; disfrutamos de la piscina.
Este es un pueblito tranquilo y encantador, situado en medio de la selva, con una gran cantidad de población guaraní (indígenas de la zona).

Visitamos las ruinas jesuíticas guaraníes, impresionante reducto que se comió la selva hace 200 años y más tarde se recuperó entre la abundancia de la naturaleza para ser ofrecido como atractivo turístico. Aquí llegaron los jesuitas españoles dispuestos a evangelizar (o mejor dicho conquistar?) a los guaraníes. Respetaron la lengua y los caciques ( jefes) de la cultura guaraní, aunque arrasaron con todo lo demás. Quedan ruinas de las casas donde vivían y de la iglesia, todo construído alrededor de una gran plaza cuadrada. Hay entre las casas un gran árbol llamado Corazón de Piedra, un ficus que empezó a nacer en una columna y fue desarrollando el tronco alrededor de ella, como en un abrazo. Qué mágica la naturaleza, qué sabia, siempre dispuesta a crecer...

En el hostel hay muy buena onda; nos dejan utilizar la cocina, hay internet free, la gente que lo lleva es un grupo de amigos y son todos muy amables. Estamos conociendo aquí a un montón de gente, viajeros y viajeras, españoles, estadounidenses, belgas... Gente que va y viene recorriendo el país, gente con la que hablamos de nuestros caminos, intercambiando impresiones y sensaciones.

El sabado excursion a la selva misionera: Parque nacional Teyu Cuare (que en guarani significa cueva de lagarto). vamos hasta alli con el unimog, un camion todoterreno conducido por Diego, que trabaja en el hostel. Somos 7 y viene un guia con nosotros, Pablo, que nos va explicando todo sobre la flora y fauna delugar. Mas de 6 h. de caminata aprendiendo a convivir con los mosquitos y demas insectos. Llegamos a lugares donde las vistas son realmente impresionantes. todo en buena compañia, entre risas y vegetacion exuberante. Por la noche comienza una tormenta bien tormentosa que durara hasta la tarde del dia siguiente; dia tranquilo en el hostel, intercambiando experiencias viajeras, ping pong, billar, musica...

El lunes partimos hacia Iguazu, con Jordi y Berta, de Barcelona, cuatro caracoles que se mueven hacia las imponentes cataratas. llegamos a Puerto Iguazu y nos instalamos en un nuevo hostel. El martes 28 visitamos las cataratas, el lado de Argentina. Es un parque natural, en realidad muy turistico, todo montadito para que el visitante goce al maximo de su estancia en el lugar; en fin, un poco agobiante. Aunque cuando empezamos a ver las cataratas, esa gran maravilla de la naturaleza, nos quedamos realmente impresionados.

Al dia siguiente, a pesar de la tormenta, visitamos el lado de Brasil. Las vistas son mucho mas impresionantes, y encima esta medio vacio porque hace un dia de perros. Somos 7 los que vamos juntos, mas gente de Catalunya, Laia y Ana, de Girona, y una chica de Venezuela. Con el chubasquero puesto todo el dia, soportando el frio y la humedad, pero disfrutando al maximo de ese paisaje magico que ofrecen los saltos. Agua, agua y mas agua, por todas partes. Merece la pena realmente visitar los dos lados, brasileño y argentino, aunque el dinero se esfuma casi sin que te des cuenta en estos lugares tan turisticos.

Hemos quedado con toda la gente de Catalunya para irnos una semanita a Florianopolis (Brasil), que queda a unos 900 km de aqui. Mañana partimos, a ver si nos dejan pasar la frontera sin problemas, quien sabe.

Continuara...

viernes, 24 de octubre de 2008

SAN NICOLÁS: PRIMERA ESTACIÓN











Llegamos a Argentina, llegamos a un lugar entrañable, cálidos abrazos, primer punto de encuentro. Tenemos una familia aquí, así lo hemos sentido desde el principio.
La gente se ha entregado a nosotros con absoluta humildad, haciendo siempre lo posible por hacernos sentir como en casa.

San Nicolás es una ciudad donde nos sentimos cómodos; la casa de Laura y Dorito está en el centro, así que vamos caminando o en bici a todos lados.
Las excursiones más gratificantes han sido las que hemos hecho a la costanera, el camino que recorre la vereda del río. Salimos con las bicis, pedaleando despacio, admirando el paisaje. De repente un caballo en el camino, o un toro, o un grupo de vacas... Mate, almuerzo, regreso a casa, un día lleno de sonrisas.

El día que fuimos a la isla fue mágico. En el club (un lugar junto al río bien arregladito para pasar el día, piscinas, parrillas, restaurantes, canchas de básket, playita, canoas...) cogimos un kayac que nos prestó Agus, y remando, no muy acertadamente, llegamos a la isla, una extensión enorme de terreno formado de manera natural como consecuencia de las crecidas y vaivenes del río. Allí nos dirigimos para visitar el rancho de Raúl, un viejo amigo qure conocimos en Gandía. Al son del cantar de los pájaros tomamos mate caliente y conversamos sobre la vida y nuestro paseo por ella. No faltó la visita de los caballos, que libres y felices paseaban en grupo por los alrededores del rancho. Vuelta a la ciudad, remando todavía peor, pero llegando sanos y secos al otro lado...
El primer fin de semana salimos con Rodri y los amigos al Gap, un boliche donde ponen rock y cumbia. Fue divertido. El segundo estuvimos con Agustín y Luciana, grandes personitas que conocimos aquí, y nos llevaron al teatro a ver un espectáculo de danza. También con ellos visitamos Rosario, una cuidad muy linda que queda a una hora de San Nicolás. Allí fuimos a ver un concierto de música electrónica y jazz en un pequeño centro cultural. Al día siguiente paseamos por la costanera de Rosario y nos sentamos a comer en un restaurante junto al río, donde probamos la boga asada (un pescado de río). Impresionante.

Además de disfrutar de los lugares, lo más importante y enriquecedor ha sido haber conocido a personas tan humildes y gentiles, personas que nos han ofrecido su casa, que nos han llevado aquí y allá, que nos han explicado la historia y anécdotas del lugar, que nos han orientado y aconsejado, que nos han hecho sentir tan agusto. Es una gran suerte contar con una familia en este gran país.

Y otra cosa muy importante que hay que agradecer: la comida. Levantarse cada mañana y encontrar la mesa llena: el mate, la fruta, las galletitas, la miel de la isla, el dulce de leche, todo buenííísssiimo. Después las comidas y cenas: verduras al horno, tartas, ensaladas de mil colores, legumbres, arroces, pastas, milanesa, asado, peceto (la mejor parte de la vaca)... Nos han cuidado en todo detalle, en todo momento y en todo lugar.
Queremos agradecerle a toda la gente que nos ha ayudado a pasar unos días inolvidables en San Nicolás. Gracias de corazón por vuestra enorme bondad.

jueves, 28 de agosto de 2008

bienvenida


Hola gente...

Hoy creamos este blog para hacer una especie de diario de a bordo de muestro próximo viaje a Latinoamérica; recorreremos Argentina, Uruguay, y quizá Bolivia y Perú. Y quién sabe si algún otro lugar...6 meses de expedición que empezarán el próximo octubre.

Mochilas, tienda, sacos y guitarra a las espaldas, allá vamos, sin esperar nada, sin planear apenas, como suele decirse "a la aventura"; porque la vida son dos días y hay que vivirla a tope y sin ataduras; porque la rutina nos pone enfermos; porque somos unos afortunados al vivir en el primer mundo y hay que hacer algo por los del otro lado, por pequeño que sea: en lo pequeño está la fuerza.