El jueves dejamos atrás las terapéuticas montañas de Iruya y regresamos a Humahuaca para coger otro bus hacia La Quiaca, ciudad fronteriza. Al llegar a la terminal nos sorprende el trajineo constante, lleno de gente cargada de cosas que va y viene o que espera. Nos vamos andando hacia la frontera; entramos en Bolivia con el pasaporte sellado para 30 días. Nos llama la atención otro cuño que nos ponen en la tarjeta de migración: "prohibido al turista trabajar y estudiar". Pisamos Bolivia ya de noche, ciudad de Villazón, buscamos hotel y a descansar.
Al día siguiente nos dedicamos a pasear por la ciudad: las calles son un mercado, por cualquier lugar que pasamos encontramos gente vendiendo todo tipo de cosas. La mayoría de mujeres, sobre todo las más mayores, van vestidas con el traje típico: faldas de colores, blusa, sombrerito negro, y siempre con la mantita boliviana en la espalda, donde llevan algo a cuestas, desde el bebé hasta cajas inmensas de alimentos. Somos dos embobados caminando por Villazón, la boca abierta y los ojos como platos. Qué gran cambio de cultura de un país a otro, de un pueblo a otro.
El sábado cogemos un tren hasta Uyuni, un pueblito hacia el norte, donde pararemos para visitar el famoso desierto de sal. Tren comodísimo de película de los 70, con un restaurante (donde nos sirven la cena), revisores y acomodadores con traje y gorrito, ventanas que se pueden abrir... Salimos a las 3 de la tarde y llegamos a las 12 de la noche. Ya en la estación de Uyuni vienen a ofrecernos alojamiento y excursión al salar para el día siguiente a buen precio.
Así que el domingo nos montamos en un todoterreno junto con dos chicas brasileñas y una familia de Cochabamba y nos vamos de excursión. Salimos del pueblo y a no mucha distancia nos paran en un "cementerio de trenes", un montón de vagones y locomotoras oxidadas que se abandonaron en el lugar por el año 1930, después de haberse utilizado para la explotación minera ( e indígena) de la zona. Después nos llevan al centro del salar, impresionante desierto blanco de 12ooo km y comemos más tarde en una isla de vegetación (cactus mayormente) llamada Incahuasi (en quechua, casa del inca). Por la tarde visitamos los llamados ojos, que son lagunitas de agua hirviente a causa de los gases de un volcán cercano inactivo. Regrasamos con la vista cansada de tanto blancor y prácticamente empalmamos con el viaje en bus hacia La Paz, desde las 20 h hasta las 7 de la mañana. El viaje más pesado hasta el momento: 5 h. de carretera de tierra y balanceo continuo más 6 h. de asfalto, ambiente frío, asientos incómodos, olores extraños... En fin, estamos en Bolivia.
Al llegar a la terminal de La Paz, cogemos un taxi que nos lleva hasta el centro (compartimos vehículo con españoles que hemos conocido en el bus y nos metemos 6 en el coche con las mochilas, un show) y nos instalamos en un hotel junto a la plaza Murillo, donde se encuentra la catedral y el palacio legislativo, lugar donde vive Evo Morales, presidente de Bolivia y muy querido por los bolivianos, según dicen las paredes.
Hay un patriotismo fuerte en este país, cosa lógica, ya que es el primer país de Sudamérica cuyo presidente es indígena, al igual que la mayoría de la población. Todo el mundo habla bien de Evo, que ha hecho muchas cosas buenas por la gente, que ha nacionalizado las empresas, mejorado la educación y la sanidad... en fin, que ha cumplido. Es un patriotismo lindo, que da su máximo valor al pueblo, al folklore, a la cultura aymara y quechua. Genuímo de verdad.
Nos damos una ducha milagrosa y salimos a recorrer el centro. Nos hechiza esta ciudad, en la calle se vende de todo: puestos de comida, zumos, frutas, comedores a 10 bolivianos el menú (poco más de 1 eu), artesanías, remedios naturales, dulces, niños limpiabotas, adornos navideños, minibuses antiguos, voces que anuncian sus productos elaborados... No sólo es etar en otro lugar, es estar también en otra época, es todo mucho más viejo que lo nuestro, más valorado, mejor aprovechado.
Acá no existen los hipermercados; las calles ofrecen todo lo que se puede comprar. Hay una zona donde cada calle está dedicada a un tipo de productos: ferretería, ropa, zapatos, comida, mercerías, chocolaterás, adornos, juguetes, bazar, y un larguísimo etc.
Pasamos 3 días en La Paz: callejeamos, visitamos interesantes museos (el museo de la coca, el de etnografía y folklore, el de instrumentos musicales, el de arte...); vamos al teatro municipal a ver al grupo Hiru Hichu, que hacen música andina y son muy conocidos aquí; visitamos la videoteca, donde hay un catálogo con cientos de documentales, eliges y te lo ponen, y vemos una entrevista a Eduardo Galeano buenísima...un poquito de todo lo que ofrece esta gran ciudad.
El jueves por la mañana tomamos un bus hacia Copoacabana, pueblo situado a las orillas del lago sagrado Titikaka. Llegamos a las 13,30 después de 3 h. de viaje, nos instalamos y compramos víveres para los próximos días que pasaremos en la Isla del Sol.
El atardecer en el lago es una maravilla absoluta; nunca vimos un cielo tan anaranjado...
1 comentario:
Queridos chavalotes, con Bolivia hemos topado...Si pasais por Cochabamba podríais preguntar por el Colegio Juan XXIII y por Alfonso Pedrajas Moreno, un jesuita amigo mío que es un cielo de persona. Ha hecho una labor inmensa. Lleva allí desde los 18 años. Allí se ordenó sacerdote y tiene la nacionalidad bolivianam el acento boliviano y un alma universal. Creo que si le encontraseis sería una suerte conocerlo. Es un hombre humilde y santo. Normalísimo. Ya os contará, si le veis. Le dais un abrazo de mi parte.
Feliz Navidad y año nuevo.
Un abrazo enorma.
Sol
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