miércoles, 31 de diciembre de 2008

12 DIC: LAGO TITIKAKA, ISLA DEL SOL












El viernes 12 de diciembre, bien temprano, tomamos una barca que nos lleva a la isla del Sol. Decidimos ir a la parte norte; en la isla hay tres pueblos o comunidades indígenas: Yumani al sur, Challa en el centro, y Challapampa en el norte. Una vez en la isla buscamos el refugio de Alfonso (recomendado por un chico de Almería que conocimos en Uyuni). Subimos por un camino cargados hasta los dientes de provisiones y al fin llegamos al lugar: un auténtico paraíso. Nuestra habitación es una casita de barro, paja y madera, con unas vistas impresionantes del lago.

Don Alfonso y su familia, todos indígenas, nos reciben muy amistosamente. Nos ofrecen todo lo que tienen, nos tratan desde el principio como parte de los suyos. Hablan aymara entre ellos y castellano con nosotros.

Por la noche nos juntamos todos los viajeros del refugio y la familia para hacer una hoguera a la luz de una imponente luna llena; vienen unos músicos y tocan zampoñas, quenas y bombos mientras cogidos de las manos bailamos alrededor del fuego. Don Alfonso dirige el ritual, nos da la bienvenida, recalca muchas veces que todos estamos aquí para COMPARTIR y aprender, para respetar y vivir en armonía con la PACHAMAMA, para recibir la energía del Lago y los lugares sagrados de la isla. Nos cuenta historias de la Isla del Sol, cómo los incas asustaban a los conquistadores con tambores que rugían desde lo alto de las montañas, cómo hacían sus sacrificios, cómo vivían... Él es también consciente del cambio climático que hace ya unos 5 años que se viene notando, la Pachamama se revela, el hombre se ha portado mal con ella; se merece un respeto, debemos ofrendarle todo lo que ella nos da, estarles agradecidos en todo momento, porque es nuestra Madre Tierra. Cada vez que Alfonso tomaba un alimento, antes de ponérselo en la boca, enterraba un trocito en el suelo o lo lanzaba al lago, ofrendándolo a la Tierra.

Pasamos una noche mágica; acabamos sacando la guitarra y cantando junto al fuego hasta bien entrada la noche.

Y así pasamos 4 días en la isla en compañía de todos estos caracolitos trotamundos con los que hemos conectado con una fuerza increíble: Rafael, fotógrafo, Sao Paulo; Juan, artista de la calle, Buenos Aires; Mónica, artesana, Colombia; Betty y Alfonso, profe y electricista, Italia; Carolina, cocinera, Barcelona; Ezequiel, est. de ciencias políticas, B. Aires; Bruno, naturópata, Portugal; Jésica, artesana, Colombia; Jose, carpintero, Huesca. Qué variedad.

Comidas y cenas espectaculares, hechas al fuego sobre una cocina de barro; bañitos en el Lago, en ese agua helada que te carga de energía todas las células del cuerpo; caminatas, música, malabares, artesanías, conversaciones sobre la vida, risas y más risas, juegos con los niños, sopa de quinua cocinada con la mamita... vida pura y primitiva en total armonía con la naturaleza.

El Lago Titikaka, la gente de la Isla del Sol, uno de los mejores hallazgos que hemos encontrado en este viaje. Sin duda, un regalo de esos que no se olvidan.

1 comentario:

Marcel dijo...

heeeeeeeeeeeeeee
yo he estado ahi hace una semana, es uno de los lugares mas geniales a los cuales he ido, un grande el "rey" alfonso/ ese refugio es unico en el mundo