jueves, 5 de febrero de 2009

14 ENE: EL CHALTÉN, PATAGONIA VIVA












Al día siguiente las mañana está despejada y con poco viento, así que nos vamos a hacer un trecking hacia el Lago Torre, que alberga al glaciar Grande. El paisaje que recorremos es un bosque lleno de árboles y muchos de ellos están quebrados; en sus troncos se encuentran las larvas de unas termitas que los deboran. Estas larvas son el alimento del pájaro carpintero, que come diariamente el equivalente a su peso por el gran esfuerzo que le supone buscar las larvas.

Vamos andando con los ponchos-chubasquero puestos porque a ratos llueve y para protegernos del viento, y nos da la sensación de que somos hobbits o algo así, es un lugar hermoso. Nos cruzamos con un montón de gente que viene y va.

Al día siguiente la mañana nos recibe con un gran temporal de lluvia y viento. No se puede salir a la calle, es algo que en mi vida había visto, pero acá en El Chaltén resulta ser algo normal. Este pueblito se fundó en 1985 sólo como lugar de alojamiento para turistas; lo único que hay son albergues, campings, tiendecitas de víveres, locutorios y bares: todo para el que está de paso. Sólo viven acá todo el año los dueños de los negocios y deben ganar muy bien para ello porque vivir en este lugar es muy sacrificado. En invierno viven 300 personas y en verano, 4000.

El viernes amanece soleado, después de todo un día de temporal que nos deja encerrados en la cabaña. Así que aprovechamos el día para hacer la caminata hacia el Fitz Roy, famoso cerro que también le da nombre al pueblo, ya que los indígenas que habitaron estos parajes lo llamaron "chaltén", que significa volcán, porque eso pensaban que era: al estar casi siempre cubierto de nubes en su cima, parece que esté echando humo. El sendero hacia el pico es precioso, tardamos unas 5 horas y el último tramo es muy rocoso y empinado. Pero al llegar arriba, a la base del cerro, al admirar la Laguna de Los Tres y la Laguna Sucia, de un azul celeste intenso, con la nieve entre las rocas que vamos pisando, nos quedamos clavados de la emoción. Rodeados de belleza por todas partes, estamos orgullosos de haber llegado hasta este lugar un día despejado en el que se llega a ver a momentitos la punta del Chaltén. Inolvidable. Regresamos a paso ligero pasando por otra laguna llamada Capri, inmensa y cristalina, y en 3 h. y media llegamos al pueblo. Son las 22 h. pero todavía el cielo ofrece bastante luz: acá en la Patagonia, en esta época del año, amanece sobre las 5 de la madrugada y anochece a las 23, y en invierno amanece a las 9 y anochece a las 18 h. Qué loco, verdad? Nos es imposible intuir qué hora es, siempre pensamos que es más pronto de lo que marcan los relojes.

Ya en la noche nos despedimos de Markus y Eunisi, el alemán y la colombiana con los que venimos compartiendo viaje desde el Lago Roca. Parten hacia Bariloche. Ha sido muy agradable estar con ellos, una pareja muy divertida con la que nos ha encantado compartir, dar y recibir.

El sábado continua el buen tiempo y hacemos un senderito corto hacia el mirador de Los Cóndores y el de Las Águilas, que en realidad no valen mucho la pena comparados con los otros que ya hemos hecho. Pasamos el resto de la tarde en la cabaña, conversando con la gente nueva que va llegando y haciendo las tareas típicas de todo viajero-mochilero: revisar los víveres, lavar ropa, hacer cena, lavar cacharros, leer un poco, escribir este diario, dormir como angelitos ahora que podemos...

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